lunes, 12 de agosto de 2013

Esperanzas fantasmagóricas y posibilidad de repeticiones trágicas. Dos observaciones marginales de las elecciones primarias.


A poco de finalizar el escrutinio, el Frente de Izquierda y de los Trabajadores mostró en las elecciones primarias de 2013 haber crecido casi un 70% en su masa de votantes respecto de las elecciones presidenciales del 2011, campaña en la cual parecía haber sufrido las consecuencias de congraciarse con unas expectativas superadas tras las elecciones preliminares y el pequeño boom mediático. Finalmente el fantasma se ha expandido. Han ido construyendo una imagen genuina como opción política que parece estar dispuesta a afrontar la disputa electoral de manera seria más allá de la inmensa distancia que los separa en lo discursivo (en estilo y en interlocutores) del resto de sus competidores. Quizá fuera una onda larga que se expandió silenciosamente desde aquel infortunio con el nefasto conductor, lo cierto es que entre quienes votan al FIT se encuentran personas de origen muy diverso, lo cual permite ver cómo de alguna manera han podido salir de algunos nichos universitarios y otros pocos sindicales para poder empezar a asemejarse como interpelantes de una sociedad mucho más compleja de la que esos escenarios son.

Por momentos cuesta entender si desde esta conciliación de fuerzas trotskistas se pueda abrir el juego a una izquierda necesariamente mucho más amplia, lo cual no quita que sea siempre oportuno discutir los motivos como para que una apertura tal sea originada. Es cierto que el Frente ha crecido de una manera fantástica y que no parece haber tocado techo (aquí vale remarcar la inteligencia discursiva con la que realizaron los spots publicitarios), pero el camino para estas instancias parece ponerse sinuoso, algo embarrado.

El Frente no debería sino enfrentar con coraje una disputa por la masa de votantes que de momento simpatizan con fuerzas que terminan apoyando alianzas con candidatos de tintes apocalípticos como Lilita Carrió y otros perfectos comodines de la banca internacional como Prat Gay. Porque es ese un sector que entre personajes de cotillón, divertidos actores de reparto y pseudo caprilistas caminan también muy tristemente una masa de militantes que, no hay forma de ocultarlo, fueron estafados éticamente por sus liderazgos, pagando muy caro el haber aceptado entrar en las reglas del juego mediático.

Sin embargo, es de esa suerte de inmundicia de donde pudiera estar por parirse una salida por derecha acomodada a las transformaciones de la opinión pública tras 10 años de una concreta mejora de las condiciones materiales de vida en términos generales de las clases populares.



Tiempo Argentino sin embargo comunica que "la bolsa porteña" sube tras las elecciónes casi un 1%, todo lo cual indica que, a pesar de la insistencia de ciertos analistas políticos constructivistas afines al modelo ("politicólogos" según una conductora del noticiero de la TV Pública), al mercado le seguiría chupando un huevo el devenir ser humano.







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Esos líderes hoy diputados y senadores de unos treinta y tantos, la nueva generación del Frente Progresista y UNEN, parecen ya haber quemado su fusible de sentido de límite para la conformación de alianzas. Pensemos que hasta hace no muchos meses Pino Solanas era bancado por fuerzas de izquierda como el MST y hoy, mucha gente atravesada por aquella experiencia probablemente imposibilitados de hacer el duelo se debatía ayer si votar o no a Elisa Carrió, a sabiendas de que en pocos meses eso significará también votar una lista con Prat Gay, Loustau. Como para creer en teorías que hicieron una horrible recepción de Maquiavelo, es preferible dedicar el tiempo a interpretar al kirchnerismo, es dable resumir estas cuestiones como una seguidilla de pésimas decisiones y al haberse dejado llevar por el juego mediático que finalmente los puso a hablar su idioma y les imprime, para no aburrir a los esotéricos, su propia maldad en ellos. En caso de no suponer segundas lecturas que ponen en juego otros intereses menos públicos, claro.

La pregunta que en este momento es oportuna hacer, es si no parece dable una coalición de las fuerzas del Frente Progresista y UNEN con las de Sergio Massa, hoy paladín del peor de los monopolios mediáticos. Pocos movimientos bastarían para que Massa utilizara la estructura nacional de la UCR dentro del Frente (quién sería difícil de convencer? Alfonsín estuvo con de Narvaez! Stolbizer? Por favor! Ante la oportunidad de ser gobernadora es poco factible). El cierre del diálogo massista para con Macri abre un pequeñísimo instante para observar este guiño a otras fuerzas. De alguna manera, Massa parece haber entendido que no llegará a presidente repartiendo globos en la recoleta, por más lujos que esa holgazanería ofrece, y en caso de estar dispuesto a cederle la presidencia a Binner, la gobernación de la provincia se presenta así como un lugar de fácil acceso. No es acaso este el mejor de los escenarios para el establishment? Para que no sea interpretado como una sugerencia de marketing político, lo que se intenta expresar aquí es que la (siempre sana y respetuosa) disputa de votantes y simpatizantes que el Frente de Izquierda debe dar es para con estos espacios.



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Si algo es imperdonable en estas circunstancias es la mentira. Y no se puede decir que el FIT, aún con todo el coraje con el que pudiera emprender el camino, sería capaz de ser gobierno en la inmediatez (en términos de un hipotético corto plazo ridículamente favorable). El desafío entonces parecería estar por saber preparar el campo en donde se darán las futuras luchas, cosa que parece difícil pero no es imposible en la actualidad, dado el notorio crecimiento en la consideración pública que el FIT ha logrado, superando incluso su absoluta falta de mención en los medios oficiales (que suelen llegar mejor a los lugares más recónditos del país).



Por supuesto que hay que preguntarse si acaso quienes hoy ocupan esos lugares públicos y es necesario combatir están en condiciones de soportar hasta el día del combate. Aquí vemos como el massista Dario Giustozzi, promisoria vedette del escenario del conurbano, por las noches Intendente del partido de Almirante Brown, comprende que ha olvidado sus documentos a la hora de dar su voto. Fuente: Clarín.




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El lector es libre de dejar este texto en este momento. Supongamos que seguimos. Estamos dispuestos ya en este escenario a dar la más justa de todas las luchas. Preparamos la arena para las futuras disputas. Pero no es poco probable que de aquí a unos años existan dos fuerzas universitarias polarizantes: el kirchnerismo sindical-camporista y el marxismo pan-FIT, sumado a un autonomismo y kirchnerismos más radicales fluctuando con algunos chinos perdidos. Así como desde la política universitaria debe romperse esa burbuja que parece inquebrantable y separa el aire que se respira del del resto de la sociedad, la universidad misma es la que debe abrirse y terminar de formar parte de toda la sociedad tanto en sus costos (como ahora) como en sus beneficios (es decir, democratización del saber científico y necesidad de mayor divulgación de investigaciones, universalidad de hecho para el acceso, entre tantos otros). Abrirse significa aceptar que fuera de este mundo de fantasía universitario se habla un lenguaje mucho más violento pero no por eso de temer. Hace falta la precaución.

Por lo tanto, si el FIT espera crecer de cara al 2015, deberá imperiosamente disputar simpatizantes a estas fuerzas mal llamadas progresistas cuyos líderes, para repetir, parecen ya haber pasado las fronteras del buen gusto en términos de aliados políticos. Que no parece ser poco probable dada sus recientes metamorfosis electoralistas en materia de alianzas. No parece poco probable incluso en un presente cercano en que sus futuros participes nieguen toda posibilidad de unión. Viendo con quién han compartido las internas, pocos hubieran imaginado semejantes fotos años atrás. Este futuro paso sería incluso menos brusco que el que ya han dado algunos de esos dirigentes (para no repetir la alianza de Alfonsín con De Narvaez podemos traer a colación, no sin muchísima tristeza, a Victoria Donda junto con Prat Gay o a Pino con Carrió). En forma de tragedia, la historia de la Alianza no sería difícil de repetir, con las complejidades que el tiempo marcará: plantear un escenario donde el enemigo es la corrupción (un subproducto inherente al sistema capitalista de orden financiero, modelo del cual no parecen querer alejarse) es marcar prioridades que ya no pasan por ocupar un espacio en la agenda de los medios hegemónicos para difundir un mensaje subalterno cuando finalmente la dinámica mediática termina por imponer sus propias reglas del juego en espacios ajenos. 
Aquí estamos hablando en general de partidos de centro izquierda con demandas precisas que terminan sumándose a grandes campañas mediáticas cargadas de sloganes más cerca del shok publicitario buscado por la derecha que por la difusión de críticas de izquierda. Algunos que osaron adentrarse en el campo de la cultura política de la clase media acomodada llevando un perfil netamente progresista, terminaron por sufrir consecuencias desgarradoras (MST como ejemplo preciso).

Pero en simultáneo se erige una nueva farándula con buenas intenciones. Podemos encontrar una generación de dirigentes políticos y sociales (y figuras públicas en general) progresistas descontracturados que terminaron siendo cooptados por la rutina mediática, en un momento en el cual la opinión pública parece indicar que en ciertos espacios terminan generando rechazos, puesto que terminan reproduciendo un modelo de vida de funcionario acomodado a grandes ingresos mas bien habidos y lujos lumpenburgueses exotizados en espacios alternativos de grandes cadenas de comunicación, hablando un lenguaje que termina pareciendo foráneo para los sectores populares. Y aquí es abre un momento para la obvia contradicción que dejaremos pasar porque son discusiones de otros ámbito.



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Esto nos lleva a evidenciar que hay una distancia comunicacional abismal incluso entre la clase media acomodada y la pobreza más masiva y violenta. Una frontera que supone un desafío enorme para la izquierda y aquí no se trata de pensar como oposición al kirchnerismo sino como un camino conjunto en la medida en que las luchas se dan en dos campos tan (fetichizadamente) distanciados (la universidad-fábrica y el barrio) tanto para unos como para otros y que el contacto de los universitarios kirchneristas con las clases populares suele distar de ser genuino, sabiendo excepciones, siendo que terminan por utilizar este camino en vísperas de una decente escalada burocrática como camino de vida esperado. O no.


Por lo bajo se encuentra como siempre la urgencia de generar una instancia de comunicación e identificación distinta y desfetichizada entre los sectores más violentamente empobrecidos y la clase trabajadora en una relación de empoderamiento mutuo de la cual la academia, el mundo universitario y "culto" en general debería aprender mucho y aportar lo poco que tiene desde el más humilde de los lugares posibles.



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Hasta luego

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