A poco de finalizar el escrutinio, el
Frente de Izquierda y de los Trabajadores mostró en las elecciones
primarias de 2013 haber crecido casi un 70% en su masa de votantes
respecto de las elecciones presidenciales del 2011, campaña en la
cual parecía haber sufrido las consecuencias de congraciarse con
unas expectativas superadas tras las elecciones preliminares y el
pequeño boom mediático. Finalmente el fantasma se ha expandido. Han
ido construyendo una imagen genuina como opción política que parece
estar dispuesta a afrontar la disputa electoral de manera seria más
allá de la inmensa distancia que los separa en lo discursivo (en
estilo y en interlocutores) del resto de sus competidores. Quizá
fuera una onda larga que se expandió silenciosamente desde aquel
infortunio con el nefasto conductor, lo cierto es que entre quienes
votan al FIT se encuentran personas de origen muy diverso, lo cual
permite ver cómo de alguna manera han podido salir de algunos nichos
universitarios y otros pocos sindicales para poder empezar a
asemejarse como interpelantes de una sociedad mucho más compleja de
la que esos escenarios son.
Por momentos cuesta entender si desde
esta conciliación de fuerzas trotskistas se pueda abrir el juego a
una izquierda necesariamente mucho más amplia, lo cual no quita que
sea siempre oportuno discutir los motivos como para que una apertura
tal sea originada. Es cierto que el Frente ha crecido de una manera
fantástica y que no parece haber tocado techo (aquí vale remarcar
la inteligencia discursiva con la que realizaron los spots
publicitarios), pero el camino para estas instancias parece ponerse
sinuoso, algo embarrado.
El Frente no debería sino enfrentar
con coraje una disputa por la masa de votantes que de momento
simpatizan con fuerzas que terminan apoyando alianzas con candidatos
de tintes apocalípticos como Lilita Carrió y otros perfectos
comodines de la banca internacional como Prat Gay. Porque es ese un
sector que entre personajes de cotillón, divertidos actores de
reparto y pseudo caprilistas caminan también muy tristemente una
masa de militantes que, no hay forma de ocultarlo, fueron estafados
éticamente por sus liderazgos, pagando muy caro el haber aceptado
entrar en las reglas del juego mediático.
Sin embargo, es de esa suerte de
inmundicia de donde pudiera estar por parirse una salida por derecha
acomodada a las transformaciones de la opinión pública tras 10 años
de una concreta mejora de las condiciones materiales de vida en
términos generales de las clases populares.
***
Esos líderes hoy diputados y senadores
de unos treinta y tantos, la nueva generación del Frente
Progresista y UNEN, parecen ya haber quemado su fusible de sentido de límite
para la conformación de alianzas. Pensemos que hasta hace no muchos
meses Pino Solanas era bancado por fuerzas de izquierda como el MST y
hoy, mucha gente atravesada por aquella experiencia probablemente
imposibilitados de hacer el duelo se debatía ayer si votar o no a
Elisa Carrió, a sabiendas de que en pocos meses eso significará
también votar una lista con Prat Gay, Loustau. Como para creer en
teorías que hicieron una horrible recepción de Maquiavelo, es
preferible dedicar el tiempo a interpretar al kirchnerismo, es dable
resumir estas cuestiones como una seguidilla de pésimas decisiones y
al haberse dejado llevar por el juego mediático que finalmente los
puso a hablar su idioma y les imprime, para no aburrir a los
esotéricos, su propia maldad en ellos. En caso de no suponer
segundas lecturas que ponen en juego otros intereses menos públicos,
claro.
La pregunta que en este momento es
oportuna hacer, es si no parece dable una coalición de las fuerzas
del Frente Progresista y UNEN con las de Sergio Massa, hoy paladín del peor
de los monopolios mediáticos. Pocos movimientos bastarían para que
Massa utilizara la estructura nacional de la UCR dentro del Frente
(quién sería difícil de convencer? Alfonsín estuvo con de
Narvaez! Stolbizer? Por favor! Ante la oportunidad de ser gobernadora
es poco factible). El cierre del diálogo massista para con Macri
abre un pequeñísimo instante para observar este guiño a otras
fuerzas. De alguna manera, Massa parece haber entendido que no
llegará a presidente repartiendo globos en la recoleta, por más
lujos que esa holgazanería ofrece, y en caso de estar dispuesto a
cederle la presidencia a Binner, la gobernación de la provincia se
presenta así como un lugar de fácil acceso. No es acaso este el
mejor de los escenarios para el establishment? Para que no sea
interpretado como una sugerencia de marketing político, lo que se
intenta expresar aquí es que la (siempre sana y respetuosa) disputa
de votantes y simpatizantes que el Frente de Izquierda debe dar es
para con estos espacios.
***
Si algo es imperdonable en estas
circunstancias es la mentira. Y no se puede decir que el FIT, aún
con todo el coraje con el que pudiera emprender el camino, sería
capaz de ser gobierno en la inmediatez (en términos de un hipotético
corto plazo ridículamente favorable). El desafío entonces parecería
estar por saber preparar el campo en donde se darán las futuras
luchas, cosa que parece difícil pero no es imposible en la
actualidad, dado el notorio crecimiento en la consideración pública
que el FIT ha logrado, superando incluso su absoluta
falta de mención en los medios oficiales (que suelen llegar mejor a
los lugares más recónditos del país).
***
El lector es libre de dejar este texto
en este momento. Supongamos que seguimos. Estamos dispuestos ya en
este escenario a dar la más justa de todas las luchas. Preparamos la
arena para las futuras disputas. Pero no es poco probable que de aquí
a unos años existan dos fuerzas universitarias polarizantes: el
kirchnerismo sindical-camporista y el marxismo pan-FIT, sumado a un
autonomismo y kirchnerismos más radicales fluctuando con algunos
chinos perdidos. Así como desde la política universitaria debe
romperse esa burbuja que parece inquebrantable y separa el aire que
se respira del del resto de la sociedad, la universidad misma es la
que debe abrirse y terminar de formar parte de toda la sociedad tanto
en sus costos (como ahora) como en sus beneficios (es decir,
democratización del saber científico y necesidad de mayor
divulgación de investigaciones, universalidad de hecho para el
acceso, entre tantos otros). Abrirse significa aceptar que fuera de
este mundo de fantasía universitario se habla un lenguaje mucho más
violento pero no por eso de temer. Hace falta la precaución.
Por lo tanto, si el FIT espera crecer
de cara al 2015, deberá imperiosamente disputar simpatizantes a
estas fuerzas mal llamadas progresistas cuyos líderes, para repetir,
parecen ya haber pasado las fronteras del buen gusto en términos de
aliados políticos. Que no parece ser poco probable dada sus
recientes metamorfosis electoralistas en materia de alianzas. No
parece poco probable incluso en un presente cercano en que sus
futuros participes nieguen toda posibilidad de unión. Viendo con
quién han compartido las internas, pocos hubieran imaginado
semejantes fotos años atrás. Este futuro paso sería incluso menos
brusco que el que ya han dado algunos de esos dirigentes (para no
repetir la alianza de Alfonsín con De Narvaez podemos traer a
colación, no sin muchísima tristeza, a Victoria Donda junto con
Prat Gay o a Pino con Carrió). En forma de tragedia, la historia de la Alianza no sería difícil de repetir, con las complejidades que el tiempo marcará: plantear un escenario donde el enemigo es la corrupción (un subproducto inherente al sistema capitalista de orden financiero, modelo del cual no parecen querer alejarse) es marcar prioridades que ya no pasan por ocupar un espacio en la agenda de los medios hegemónicos para difundir un mensaje subalterno cuando finalmente la dinámica mediática termina por imponer sus propias reglas del juego en espacios ajenos.
Aquí estamos hablando en general de partidos de centro izquierda con demandas precisas que terminan sumándose a grandes campañas mediáticas cargadas de sloganes más cerca del shok publicitario buscado por la derecha que por la difusión de críticas de izquierda. Algunos que osaron adentrarse en el campo de la cultura política de la clase media acomodada llevando un perfil netamente progresista, terminaron por sufrir consecuencias desgarradoras (MST como ejemplo preciso).
Pero en simultáneo se erige una nueva farándula con buenas intenciones. Podemos encontrar una generación de
dirigentes políticos y sociales (y figuras públicas en general)
progresistas descontracturados que terminaron siendo cooptados por la
rutina mediática, en un momento en el cual la opinión pública
parece indicar que en ciertos espacios terminan generando rechazos, puesto que terminan reproduciendo un modelo de vida de
funcionario acomodado a grandes ingresos mas bien
habidos y lujos lumpenburgueses exotizados en espacios alternativos
de grandes cadenas de comunicación, hablando un lenguaje que termina
pareciendo foráneo para los sectores populares. Y aquí es abre un
momento para la obvia contradicción que dejaremos pasar porque son
discusiones de otros ámbito.
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Esto nos lleva a evidenciar que hay una
distancia comunicacional abismal incluso entre la clase media
acomodada y la pobreza más masiva y violenta. Una frontera que
supone un desafío enorme para la izquierda y aquí no se trata de
pensar como oposición al kirchnerismo sino como un camino conjunto
en la medida en que las luchas se dan en dos campos tan
(fetichizadamente) distanciados (la universidad-fábrica y el barrio)
tanto para unos como para otros y que el contacto de los
universitarios kirchneristas con las clases populares suele distar de
ser genuino, sabiendo excepciones, siendo que terminan por utilizar
este camino en vísperas de una decente escalada burocrática como
camino de vida esperado. O no.
Por lo bajo se encuentra como siempre la urgencia de generar una instancia de comunicación e identificación distinta y desfetichizada entre los sectores más violentamente empobrecidos y la clase trabajadora en una relación de empoderamiento mutuo de la cual la academia, el mundo universitario y "culto" en general debería aprender mucho y aportar lo poco que tiene desde el más humilde de los lugares posibles.
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Hasta luego
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