viernes, 1 de julio de 2011

apagones y arcoiris

El olor que emana la descomposición de un ego trucho es el fracaso de interpelarse frente a esto siguiente: o mejor dicho, ni siquiera el fracaso, sino la imposibilidad de interpretarse desfragmentado. Ahí aparece el desastre. El apagón. Vamos a hacer un mamarracho de malas interpretaciones de elementos aislados. O no.

Procurar que la gente se reproduzca, y se reproduzca lo más posible. Y al margen de esta variable cuantitativa, los individuos que constituyen la población no son otra cosa que sujetos, sujetos de derecho o sujetos de policía, si se quiere; en todo caso, sujetos que deben cumplir los reglamentos. (Foucault, 2006: 395)
Una máquina como la de Brazil (1985) es la que parece encontrarse frente nuestro, un poco más difusa, un poco más invisible, y siendo, más acá, poco menos capaz de advertirla. Allí van algunos egos truchos descalificantes y fragmentados en grupos, con algunas voluntades camaleónicas. Egos todopoderosos versus egos truchos, personalidades de cotillón intentando parecer opuestas a una maquinaria que ni siquiera pueden llegar a ver. ¿Otra vez nos gastamos en pegarle a la clase media?. ¡Y por qué no!. O algo así.  O no.
Veamos, el éxito de 1976 es una especie de magnificación de 1984, un recorrido que va del genocidio a las conciencias, las penetra de manera microfísica, para decirlo de una manera vaga, estructura un habitus, para decirlo de otra manera aún más vaga. Entonces interviene en las formas de acumulación de capital cultural, dándole forma; si atendemos a que (como sugiere el tipo este), así como la musculatura no se adquiere de un momento al otro, lo mismo sucede para el capital cultural. Hay un esfuerzo alimentado por un líbido. ¿De qué?... and now for something completely different...



Todo el mundo sabe que amamos a quien se nos asemeja, a cualquiera que piense y sienta como nosotros. Pero el fenómeno contrario no se encuentra con menos frecuencia. Ocurre también muchas veces que nos sentimos atraídos por personas que no se nos parecen, y precisamente por eso. (Durkheim, 1893: ???)

¡Qué estampilla!. Lo igual y lo exótico. Podríamos señalar, en base a la mera especulación, que hay espacios distintos para cada uno de ellos: lo físico y lo metafísico. Los de mi clase son con los que habito y socializo. Los pobres (valga la repetición!) el fetiche que exotiza la diferencia, el negraje colorido. Lo pintoresco de las costillas bien marcadas a fuerza del hambre, o de un coya diciendo palabras que al espacio clase-media le suena fenómeno. ¡Qué sería de nuestras conciencias si de vez en cuando no pudieramos lavarlas bufando un poco acerca del flajelo que los inunda!. O no.
1976 es un quiebre, expande este sistema de compromiso-descomprometedor en base a nuevos axiomas des-socializantes. Lo que debe primar es el bendito "Estado de Derecho", madre de todos los ángeles que nos llevaran a la voluntad de los justos; la voluntad de una mayoría, que por ser mayoría, está iluminada. Le ponemos luces a esa mayoría porque verdaderamente los ojos no dan para más, e intentando disimular, intentamos ver como nos transformamos en timoneles de ese barco espeso, ergo, creemos ser la iluminación que deba esclarecer a las mayorías, situándolas falsamente adelante nuestro para justificar el discurso propio mediante una interpretación, "Joaquín, lo que la gente quiere es salir segura a la calle". O no.. And now for something completely different
Retomando un poco, porque se va a hacer extenso. La cultura se percibe de forma ambivalente. Si le adjuntamos la palabra "popular", es una cosa genial. Remite instantaneamente la imagen de un pobre cebando mate mientras escucha Atahualpa Yupanqui. Sin embargo, la forma massmedia de pensar el todo social no es menos popular (o popularizada). El espacio físico clase media citadina-progresista encierra este doble proceso: circulamos con los propios, embebemos y consumimos lo que nos ofrece una forma de socializar bastante burguesita. No (sólo) una cosa chavacana como el Mc Donnals o la Coca Cola; sino también, por decir, una forma de habituarse frente a la vida y de razonar, consumo de espacios impermeables a lo pobre. La negrada está ahí, exotizada, pintoresca, simpática, ¡son ellos quienes deben ser servidos!, pero cuidado, ¡no vayan a ocupar este boliche con sus gorritos y caras sospechosas!. Justicia y segregación. Que coman, pero en su rancho. Y celebramos una simple oración no-fascista. ¡Qué progresista resulta hoy decir "no me cruzo de vereda si pasa un negrito!". Y la cultura, santo demonizador. O no.

Si la cultura es fuente de barbarie e intolerancia, la conclusión inevitable es que el único modo de superar la intolerancia y la violencia es librar de la cultura al núcleo del ser del sujeto, su esencia universal (Zizek, 2009: 171)


1976, neoliberalismo. Neodesarrollismo. El sagrado valor del respeto de la voluntad individual del Estado de Derecho, suponiendo que se atiende a una suerte de rumbo marcado por la mayoría. Los sujetos de derecho también son sujetos de obligaciones, y sujetos de control: sujetos de policía nos diría Foucault, si estuviera vivo, hablara español y nos asustara detrás nuestro con esta frase. El vehículo del pensamiento actual no es otra cosa que la base material, el modo de acumulación que rige este momento histórico, señoras y señores, el neoliberalismo. Estado de derecho, neodesarrollismo, individualismo. No sólo* los sectores conservadores tienen doble moral, sino que la clase media progresista pisa segundo a segundo el barro de la doble moral, probablemente más profundo que el conservadurismo. "No quiero que se metan conmigo". Suponemos ser tolerantes con la mugre: pero ser tolerante no significa prácticar el entendimiento sino el laissez-faire. O no.


Si, pues, la división del trabajo no hubiera realmente progresado más que para aumentar nuestra felicidad, tiempo hace que habría llegado a su límite extremo, así como la civilización que de ella resulta, y una y otra se habrían detenido. Porque, para colocar al hombre en estado de llevar esta existencia modesta, que es la más favorable al placer, no era necesario acumular indefinidamente excitantes de todas clases. Un desenvolvimiento moderado habría bastado para asegurar a los individuos toda la suma de goces de que son capaces. La humanidad habría llegado rápidamente a un estado estacionario del cual jamás habría salido. Es lo que ha ocurrido a los animales: la mayor parte no cambian ya desde hace siglos, porque han llegado a ese estado de equilibrio. (Durkheim, 1893: página noventa y pico, estimativamente)

La división social del trabajo, a medida pasa la historia, se complejiza, sobre-especifíca: ¡individualiza!. Entonces, exotiza eso pintoresco, y estas personalidades de cotillón con poco de práctica emancipatoria (más bien: a años luz de esto) se imaginan distantes de una maquinaria que ayudan a construir. Ni con 6 ojos verían, en el disfrute del olor de sus flatulencias, la poderosa penetración del leviatán moderno. El soberano se metió hasta en el culo e interviene incluso en la forma de apreciar los soretes. ¿No? ¿En una sociedad falocéntrica como esta no?.  O no.


Si el poder tiene por campo de constitución una relación no igualitaria de relaciones de fuerza, no por eso su materialidad se agota en las modalidades de su ejercicio. El poder tiene siempre un fundamento preciso. En el caso de una división en clases y en cuanto a su lucha: a) la explotación, la extracción de plusvalía en el capitalismo: b) el lugar de las clases en los diversos aparatos y dispositivos del poder, no solo en el Estado: lugar que es esencial en la organización de los mismos aparatos situados fuera del Estado; c)el aparato del Estado, que si bien no incluye el conjunto de los aparatos y dispositivos del poder, no por ello permanece impermeable a los situados fuera de su propio espacio. El campo relacional del poder concerniente a las clases remite así a un sistema material de distribución de lugares en el conjunto de la división social del trabajo y está determinado fundamentalmente (aunque no de modo exclusivo) por la explotación. De ahí la división en clases, y por tanto, la lucha de las clases y las luchas populares. Se puede considerar, por ello mismo, que toda lucha, incluso heterogénea a las luchas de las clases propiamente dichas (lucha hombre-mujer, por ejempo), no adquiere indudablemente su propio sentido -en una sociedad donde el Estado utiliza todo poder (la falocracia, o la familia, pongamos por caso) como eslabón del poder de clase- más que en la medida en que las luchas de clases existen y permiten aí'a las otras luchas desplegarse (lo que deja en pie totalmente la uestión de la articulación, efectiva o no, deseable o no de esas luchas con la lucha de clases. (Poulantzas, 1979: 179)
La microfísica tiene un basamento materialista. Fin de la cuestión. El Estado, sirve, con contradicciones (que terminan por resolverse a favor de) al capital. Un elemento dinámico, el Estado de Derecho es la "dictadura del dinero".  O no.




Apagones y arcoiris

Una estructura de personalidad camaleónica, ultrasocializante, a primera vista (además de dar rabia), parece exitosa: su insipidez transmite falta de preocupación real por el estado de su paz interior y de intentar lograr más o menos un ajuste entre lo que dice defender y querer, y lo que en la práctica realiza. A largo plazo, sin embargo, es una regresión. No una vuelta de caracol, un recorrido de aprendizaje: es una regresión que hiere.  O no.




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*Los señores de la RAE hace un tiempo han autorizado al uso de la palabra "solo" sin acento, cuando esta refiera a "solamente"

DURKHEIM, Emile (1893), La División del Trabajo Social.
FOUCAULT, Michel (1979), Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión. Siglo XXI Editores, Buenos Aires.
FOUCAULT, Michel (2006), Seguridad, territorio, población. FCE, Buenos Aires.
POULANTZAS, Nicos (1979), Estado, poder, socialismo, Siglo XXI Editores, Argentina.
ZIZEK, Slavoj (2009), Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales. Paidós, Buenos Aires)

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