lunes, 10 de mayo de 2010

La vigencia de 1984

En 1984 Michael Radford decidía realizar una nueva adaptación cinematográfica de la obra de George Orwell Ninety Eighty Four (1984), con la intención de “festejar” que la distopía de una sociedad totalitaria de Orwell no se había cumplido, una suerte de drama de lo que no fue, una angustia del pasado que no tuvo lugar. Una historia de un futuro incierto que sin embargo se dejó leer en clave de crítica occidental hacia lo que el occidente capitalista cree que es lo totalitario pero que a la misma vez se cree superado y ajeno a la propia realidad: los intentos del fascismo y el comunismo soviético, como formas de tiranía que atentan contra la libertad de los individuos.

1984 es hoy una lectura que se repite en forma de farsa: la ingenua creencia de que algo así es completamente externo a la realidad occidental mientras un municipio exhibe como muestra de progreso la instalación de modernos sistemas de video-vigilancia en la vía pública sin respetar la voluntad del que no quiera ser registrado. Tigre y Berazategui son los mejores alumnos de esta historia que cínicamente vuelve a tomar forma de tragedia.

La farsa del “Gran Hermano” devenido reality show tuvo una visión crítica de aquellos que denunciaron encontrar ahí un avance sobre ciertos valores humanos, la pérdida de esquemas morales que sostienen la integridad personal. Esta versión crítica, chavacana, que pierde más tiempo en entender sus códigos para una supuesta crítica que en cuestiones de mayor importancia (la massmedia no perdona al intelecto desprevenido con o sin un gran hermano con grandes sponsors y locutores) mostró que sus alcances no iban más allá del resongo, si al final críticos del gran hermano son parte de su misma órbita.

1984 tiene un todopoderoso, el gran panóptico del gran hermano. Muta día a día y toma forma de panelista, de periodista, de columnista, de señora de barrio devenida en justa jueza de todos los males, de senador votando por y en contra de cualquier cosa, es el leviatán de todos los santos digitalizados. El todopoderoso que no por berreta es menos efectivo.

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